Escalera de colores
Artículo escrito por Ana Jordá Moll y publicado en el libro “Filà Mare de Déu 1.901-2.007”.
Texto traducido del valenciano.
ESCALERA DE COLORES
Puedo deciros que no tuve la suerte de disfrutar de niña de la experiencia de formar parte de una “filà”, pero sí he podido darles la oportunidad a mis hijos de que lo vivan profundamente.
Desde que son bebés, nos sentimos orgullosos de tenerles a nuestro lado, dormiditos, formando parte de esa familia festera, y un poco incomprendidos por aquellos que no lo son y que no entienden que pueda haber un descanso y un placer entre tanto ruido.
A medida que van creciendo, nuestras fiestas se van convirtiendo en un cuento en el que los niños son sus protagonistas. Tal vez ellos no vean nada más allá del disfrute, pero nosotros, los padres, sabemos que tenemos una oportunidad magnífica para involucrarnos más en su formación y en su educación.
Nadie podría negar que estos niños crecerán desarrollando un gran sentido del ritmo, a veces prematuro, que queda demostrado año tras año viendo como desfilan y como mueven la espada. Que amarán la música toda su vida, adquiriendo gran conocimiento en ella, sobretodo de aquello que forma parte de la cultura de su pueblo.
Vemos como comparten todo su mundo, de manera natural, con sus abuelos, padres, hermanos, tíos, primos, …, días de felicidad, ilusión y sonrisas, creando más lazos de unión entre ellos.
Pero lo más importante para nuestros hijos son esos amigos con los que tienen que compartirlo todo, y donde, curiosamente, suelen existir pocos roces, pues hay complicidad, compañerismo, colaboración, secretos, cuidado de los más pequeños, …, no importando ni el sexo, ni la raza, ni la edad.
Comparten la comida, un lugar en la mesa, juegos, chucherías, helados, …, y normas de educación, respeto y amistad. Y aprenden a controlar el derroche cuando observan a tantos necesitados como vienen a saciar sus carencias.
Y también, también participan de los actos propios de nuestra fiesta, aquellos que son el motivo de nuestra celebración, y llenan de alegría nuestra ofrenda, nuestra entrada, nuestras procesiones, … Recordemos que ellos seguirán nuestros pasos en un futuro.
Están continuamente observando un mundo que desconocen pero que les atrae, un mundo en el que les encanta experimentar para controlarlo. Hay que motivarles para ello. Y, ¡qué mejor manera que con el juego!. Sin olvidar que somos para ellos un modelo a imitar.
Aunque, pensándolo bien, nosotros los adultos también aprendemos a convivir año tras año, y muchas veces son los niños los que nos enseñan. Pues, aprendamos de ellos. Disfrutemos de esta gran oportunidad que tenemos y … observemos, experimentemos, juguemos, seamos un poco como nuestros niños. Y recordemos que estamos haciendo historia, la nuestra.
Dormida en una ilusión de juventud, hace ya 25 años, no me di cuenta, hasta hace poco, que, de aquellos que un día empezaron este sueño, heredamos todo aquello que somos en esta gran familia. Pues cada uno de los que dedicaron un trocito de su tiempo en crearla y mantenerla, nos hicieron especiales.
Agradecemos que comenzaran sin reproches, sin dudas, y nosotros seguiremos como ellos, amando y cuidando la vida.
Ana Mª Jordá Moll
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